La compañía estrena ‘Presas’ mañana y el sábado en el Principal. 17 intérpretes salen a escena para reflejar los abusos en una cárcel de mujeres en la posguerra
A.S.R. / Burgos
Las vidas de Isabel González y Fernando Quintana se cruzaron en los pasillos de la Escuela Municipal de Teatro, donde ambos eran profesores. El también director de Ágora Teatro Independiente le pidió a su colega un texto donde aparecieran muchas mujeres. Ella le entregó Presas, de Ignacio del Moral y Verónica Fernández. Tras un primer susto por la complejidad del montaje, se enamoró de él, vio grandes posibilidades y se decidió a llevarlo a escena. Varios meses de trabajo después, la obra se estrena mañana y el sábado en el Teatro Principal.
Presas sitúa la acción en una cárcel de los años cuarenta y se centra en la historia de algunas de las mujeres privadas de libertad. El eje de la pieza gira en tomo al jubileo de San Perpetuo, por el que, cada diez años, el obispo indulta a una de las reclusas. Al tiempo se narrarán la vida de otras prisioneras, sus sueños, frustraciones, ilusiones rotas, sentimientos pisoteados... Sin olvidar a otros habitantes del complejo como son el director, la madre superiora que regía el día a día o el capellán, que son prisioneros de otra manera,
«En aquella época donde ya la sociedad estaba presa en la calle, imagínate en qué situación vivían dentro de una cárcel», comenta el director y reconoce que, además, a la compañía le apetecía un cambio de registro y adentrarse en un tono más dramático y duro como es el destilado por Presas.
Quintana admite la dificultad de llevarla a escena, pero también confiesa que ha trabajado con la tranquilidad de contar con un equipo en el que confía a ciegas. Tarea arduo complicada por la dificultad de reunir en un mismo sitio y lugar a 17 personas que no viven profesionalmente del teatro y se deben también a sus trabajos y familias.
Quitando de aquí y poniendo allá lo han conseguido y Femando Quintana sonríe satisfecho por el resultado obtenido.
También lo hace porque los dos días de función actuarán ante un teatro sin butacas vacías. Apenas quedan localidades sueltas. Es una tónica que se repite en cada uno dé los estrenos de Ágora y para su responsable eso vale más que cualquier reconocimiento.y, dice, es la prueba palpable de que el público no distingue entre grupos aficionados y profesionales.
«La experiencia que tengo me dice que hay compañías profesionales que dejan mucho que desear y otras que no lo son invierten tiempo, dinero y experiencia para realizar un buen trabajo. En estas hay una homogeneidad en el trabajo y en las otras hay uno o dos que destacan y el resto son mera comparsa», reflexiona.
El aplauso de los espectadores es el aliento de Ágora, con más de treinta años y veinte montajes en su trayectoria. Y subiendo.